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SE BENDE...quién da más. Gloria Mejía. ¿Cuántos negocios se irán al carajo? Me pregunta don José. Y continúa. - ¡Todos! A este país se lo está llevando la chingada seño-. Mientras veo cómo lanza su saliva. En lo que destruye con los dientes un palillo. Y es que pensar que a partir de marzo una Ley Hacendaria lo lacera. No solo a él. Dice que a muchos. Aprendió su oficio a los 14 años. Enseñado por su padre. Arreglar elevadores para ventanas de autos. Y sistema eléctrico. En la cochera de su casa, está instalado su negocio. Un letrero rompe la armonía de lo que ahí se hace. Con plumón negro desgastado sobre un cartón, se puede leer. “SE BENDE FRIJOL NEGRO Y AYOCOTES $18 pesos la bolsa”. -Ese negocito es de mi señora- Me dice al ver que me percato del letrero mal escrito. – Los traemos del pueblo de ella. Allá por Oriental. Están buenos y frescos.- Me marchanta. -Me pidió que la dejara vender, para ayudarnos con algo. Hay veces tengo chamba, pero otras no. Y ahora con esto de los impuestos en línea. Nos van a joder, ya me advirtió la contadora- sostiene. Dentro de esa cochera, está lo básico para que Don José realice su trabajo. Poca herramienta, la mayor parte de ellas oxidada. Una camioneta lujosa con quemacocos se estaciona a distancia. Lo llama. Se acerca al chofer que viste fino. Mostrando un buen reloj y una cadena. Ni tardo regresa a mí. Y me comenta. ¿Cómo ve al rotito? Quiere que le arregle su quemacocos ¡Ya! Si la estoy atendiendo a usted. Y ya se enojó. ¿Sí? Le pregunto con asombro ¿Y Ahora? Era chamba. Le subrayo de acuerdo a su situación narrada. -Naaaa, pus ni quiso esperarse. Mire, a esos rotos son a los que debe sangrar el gobierno, no a los jodidos. Ya no voy a poder con esto ¡Ya no! Y un silencio nos dejó parados con mi kilo de ayocotes.
SE BENDE...quién da más. Gloria Mejía. ¿Cuántos negocios se irán al carajo? Me pregunta don José. Y continúa. - ¡Todos! A este país se lo está llevando la chingada seño-. Mientras veo cómo lanza su saliva. En lo que destruye con los dientes un palillo. Y es que pensar que a partir de marzo una Ley Hacendaria lo lacera. No solo a él. Dice que a muchos. Aprendió su oficio a los 14 años. Enseñado por su padre. Arreglar elevadores para ventanas de autos. Y sistema eléctrico. En la cochera de su casa, está instalado su negocio. Un letrero rompe la armonía de lo que ahí se hace. Con plumón negro desgastado sobre un cartón, se puede leer. “SE BENDE FRIJOL NEGRO Y AYOCOTES $18 pesos la bolsa”. -Ese negocito es de mi señora- Me dice al ver que me percato del letrero mal escrito. – Los traemos del pueblo de ella. Allá por Oriental. Están buenos y frescos.- Me marchanta. -Me pidió que la dejara vender, para ayudarnos con algo. Hay veces tengo chamba, pero otras no. Y ahora con esto de los impuestos en línea. Nos van a joder, ya me advirtió la contadora- sostiene. Dentro de esa cochera, está lo básico para que Don José realice su trabajo. Poca herramienta, la mayor parte de ellas oxidada. Una camioneta lujosa con quemacocos se estaciona a distancia. Lo llama. Se acerca al chofer que viste fino. Mostrando un buen reloj y una cadena. Ni tardo regresa a mí. Y me comenta. ¿Cómo ve al rotito? Quiere que le arregle su quemacocos ¡Ya! Si la estoy atendiendo a usted. Y ya se enojó. ¿Sí? Le pregunto con asombro ¿Y Ahora? Era chamba. Le subrayo de acuerdo a su situación narrada. -Naaaa, pus ni quiso esperarse. Mire, a esos rotos son a los que debe sangrar el gobierno, no a los jodidos. Ya no voy a poder con esto ¡Ya no! Y un silencio nos dejó parados con mi kilo de ayocotes.
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