UNAM

jueves, 13 de febrero de 2014

Y Viene el Amor este 14 de Febrero


Hablando del amor


Hoy no tengo ganas de hablar del amor,
el amor no es nada,
el amor cualquier sentido y
sin palabras.
Solo se siente,
solo se palpa,
solo se comparte.

Es el sentimiento más divino.
Las virtudes que un hombre y una mujer
tienen cuando les llega el amor.

¿Para qué preguntar, qué es el amor?

Si el amor es dulce,
es apetitoso,
lo que tenemos todos,
pero que no queremos que lo vean.

¡Nos da miedo el amor!

Porque el amor,
nos duele,
nos hace sufrir,
con el lloramos y a veces,
somos presa de nosotros mismos.

¿Cuántas veces hemos estado
expuestos a contagiarnos del amor?
El amor es una enfermedad y de la cual,
no existe vacuna alguna.

Muchos comemos a nuestras horas,
realizamos rutinas de ejercicio y
cumplimos los mandatos del cielo y de la tierra.
Llevamos una vida decentemente correcta
Para evitar en caer en el amor.
Pero ¿Quién se ha salvado del amor?
Si todos venimos del más valioso sentimiento.

El amor hace sentir los latidos del corazón,
las inhalaciones que corren
por las cuencas de la nariz;
llevan el aire a los pulmones,
nuestro cuerpo vive y es feliz.

Es una maquina de amor,
donde todo es perfecto.
Cada parte entra en movimiento
cuando queremos que se mueva y
siente todo lo que queremos que sienta.

Aburrido sería pensar en cada
parte que interviene en el amor:
En las etapas de un nacimiento,
de un cortejo,
de un acto,
de una mirada,
de una sonrisa y
de un llanto.

Desde que nacemos
Sentimos amor,
cariño de nuestra madre.
Acariciando su vientre,
cuando escuchamos el tarareo de aquella
canción melodiosa que invita a bailar aquel vals.

Pateamos la bolsa maternal,
para hacernos resaltar,
alegres y felices.
No nos importaba nada.

Sentimos amor cuando escuchamos
las palabras de nuestro Padre,
a través del cordón umbilical o
al sentir su palma por encima
del vestido de nuestra Madre.

Protegiéndonos; no se de que,
pero cuidándonos con amor

¡Eso es amor!

El amor más limpio,
el amor más puro,
el amor que se recibe durante 9 meses,
el más tembloroso y
el más real.

Todos una vez,
fuimos producto del amor.
El amor es indestructible,
intransformable,
no se puede alterar,
no se corrompe.

¡Nacimos todos de la unión de un hombre y una mujer!

Difícil pensarlo,
pero efímero sentirlo,
palparlo,
captarlo y
sencillamente decirlo.

Por eso no quiero hablar del Amor.
El amor es loco como uno solo,
es un juego,
un juego,
un juego que divierte a los que se aman.

Aquellos que lo dejan todo,
porque no tienen nada,
solo esas manos,
esas bocas,
esos cuerpos que lo sienten todo,
que no sienten nada.
Caminan como si volaran,
como si el tiempo no pasara,
como si la vida no cesara.

La mujer se entrega inocentemente al amor,
al sentimiento inexplicable;
pero que todos una vez concebimos.
Sabe como hacerlo,
es un don que la mujer sea la más tierna,
la más adorable y
la más dulce.

El hombre se entrega a las caricias más sensibles.
Se entrega a la mujer porque le inspira,
le da fortaleza;
también pasión y
bondad.

A cambio,
la cubre,
la protege,
le acompaña a cuidar a los hijos,
le aconseja en como vivir,
la defiende y vive por ella.

Para ellos el tiempo no pasa,
se detiene.

No miran que la vida sigue,
el amor impulsa los movimientos insensatos y
los sentimientos de cada uno,
de uno mismo.

Hoy no tengo ganas de hablar de amor,
porque del amor se habla siempre,
todos los días.
Que si duele,
que si llora,
que si muere.
Es la vida,
es la muerte.

El amor existe,
hace vivir a los que aman,
para aquellos que siguen la continuidad de su existir,
porque así quieren vivir.

La beben a cantaros,
en los ríos y mares,
sin importar la propia soledad que les acompaña.

El amor es la nada y lo todo,
una silla,
una mesa,
unas manos que tocan,
que tocan todo lo que se toca.

Para verse en el espejo,
para lavarse y mirar el amor
que lo es todo,
que lo es nada.
.
¿Para qué hablar del amor?
Si el amor lo queremos tanto,
tanto, tanto,
que si de verdad lo cuidáramos,
lo amarraríamos con cadenas a la pata de la cama,
para que no se saliera.

Nos calificarían de celosos,
soberbios, vanidosos; y lo peor,
secuestradores y torturadores por utilizar
flagelos metálicos y prohibirle que salga.

¡Por eso, no quiero hablar del amor!
Porque es una gota de inalcanzable cielo,
un sueño que hace que despierte cuando más te quiero,
cuando simplemente duermo y no siento nada.

Hablar del amor olvida los recuerdos malos,
también los feos,
pero hace momentos,
a que momentos aquellos,
en donde lo que más importa,
es sentir esos sentimientos profundos y necios.

Necios sentimientos que me obligan a retroceder,
para sentir eso que llamamos

¡amor, amor, amor!