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Zacapoaxtlas: la gran mentira de la Batalla de Puebla
Por Héctor Osoriolugo
Como sabemos, el ejército francés, número uno del mundo entonces, fue vencido por México el 5 de mayo de 1862.
La gran anécdota de la gesta fue que los principales entre los vencedores no eran militares del ejército regular.
… Tampoco ganaron usando armas de fuego como para enfrentar una incursión extranjera.
Entonces, ¿cómo le hicieron?
Los vencedores fueron “una bola de indios desorganizados y mal pertrechados” pero llenos de bravura para el combate, que mediante machetes, cuchillos y hasta piedras, sometieron al invasor. Eran indígenas. Se ha dicho que venían de Zacapoaxtla, Puebla.
Así lo dicta la historia patria y generación tras generación así se ha enseñado a los mexicanos.
Pero hay que rectificar esa historia.
El desmentido
Vayamos punto por punto.
La victoria sí fue victoria, efectivamente, pero por cierto que insuficiente. No alcanzaría para sostener bien a la presidencia legítima sobre el imperio ilegítimo, que a la postre se enseñoreó en el país.
Los verdaderos ganadores de la contienda sí fueron indígenas.
Se valieron, en efecto, y hasta donde se ha podido comprobar, de armas punzocortantes únicamente –sus herramientas de labor-, aunque hasta a pedradas enfrentaron la eventualidad de la metralla.
El triunfo no significa que los indígenas fueran súperhombres, sino que se aunaron su hombría más la mala táctica de los invasores que les presentaron flancos débiles: “(….) su general en jefe demostró torpeza en el ataque”, afirmaba el comandante mexicano Ignacio Zaragoza en una frase menos célebre de su inmortal parte militar. (Para más suerte, una lluvia –que algunos afirman llegó a granizada- acabó de disolver a las fuerzas invasoras).
Pero los aguerridos indios, insistimos, no eran zacapoaxtlas.
Más bien, solo unos cuantos de ellos sí lo eran: 26, según el escritor Víctor Hugo Flores Solís, mientras que de la vecina Tetela apoyaron 116 hombres. Otros corrigen asimismo a Flores, diciendo que fueron muchos más. Esa es la rectificación a la historia.
El narrador Paco Ignacio Taibo II, así como el historiador Venancio Armando Aguilar Patlán, explican que Tetela y otras comunidades más pertenecían al distrito cuya cabecera era Zacapoaxtla, pero Tetela era claramente distinto sobre todo por su adhesión al gobierno legítimo, lo que probaría con su lance heroico. Aguilar sustenta su dicho con los archivos municipales, y agrega que en el Archivo General de la Nación, la Secretaría de la Defensa Nacional y en Puebla, capital del estado, existen fuentes en el mismo sentido.
En el lugar se hallaba destacado un batallón conocido como de Zacapoaxtla, con la misión de controlar a la población pero de la sola cabecera, porque se había rebelado en más de una vez contra el gobierno liberal: como buenos conservadores, los zacapoaxtlas esperaban con brazos abiertos a los intervencionistas. No podían apoyar decididos a los republicanos como mal se ha creído históricamente.
El momento exacto del error histórico parece estar en que uno de los participantes, Miguel Negrete, anunció a los medios que: “El primer cuerpo del Ejército Mexicano en haber enfrentado a los franceses se llama el Batallón de Zacapoaxtla”.
Las tribulaciones del momento del atípico general en jefe mexicano
Al frente del ejército mexicano, Ignacio Zaragoza tenía una certeza la víspera del encuentro.
El general estaba convencido de la inferioridad de sus fuerzas y de que iban a una muerte segura.
¿Por qué seguir?: por la mística de no rendirse. Con ella arengó a sus lugartenientes.
Además de esa convicción, otra, muy ingrata, enardeció al militar: los vecinos de la ciudad de Puebla le negaron su ayuda porque querían a los extranjeros en México. Para ser exactos, se dice que fue la clase acomodada la que así se comportó, se cree que junto con la iglesia, ya que el gobierno de Juárez les representaba una amenaza.
Debió ser inmensa la presión para el general, pues venía de padecer la derrota en la Batalla de las Cumbres de Acultzingo contra el mismo ejército, una semana antes. Ese punto se encuentra en el estado de Veracruz, en las cercanías del de Puebla. Por cierto que las tropas invasoras habrían de regresar por ese mismo camino con dirección a Orizaba, ahora derrotadas, después de la conflagración en los fuertes de Puebla capital.
Otro dolor de cabeza para el divisionario fue el numeroso avance desde Atlixco de fuerzas proimperialistas ¡mexicanas!, a las que también mandó hacer frente en su avance hacia la capital del estado para sumarse a los extranjeros.
O sea que el señor se vio atareado.
(Es curioso imaginar a Ignacio Zaragoza indignado al máximo, pues su imagen atildada podía desmentirlo: lentes redondos, refinado, voz tenue y no de mando. El conjunto de su apariencia parecía más el del seminarista que fue, que el del vencedor del ejército francés que estaba llamado a ser.)
Apunte final
Todo el esfuerzo, todas las carreras, las vidas, que el 5 de mayo de 1862 costó al gobierno de Juárez frente a la invasión, no bastaron para infundirle estabilidad, y, un año más tarde, en una nueva edición del enfrentamiento, sufriría la derrota.
El ejército francés vino a la venganza perfectamente reforzado.
En ’62 había ganado México una batalla, mas no la guerra.
Curiosidades
-Ignacio Zaragoza enviudó 4 meses antes de la batalla, y 4 meses después de ella murió. Contaba 33 años. En la total orfandad quedó su hija de 2 años de vida, ya que sus 2 hijos varones habían muerto antes.
-Aquella hija, Rafaela, no cumplió el sino familiar de una muerte temprana. Alcanzó a ver el gobierno y la caída de un presidente tenido por un mero dictador o por un gran realizador: Porfirio Díaz, subordinado de su padre, aquel 5 de mayo.
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